ODIAR

Hay días en que quisiera salir corriendo y gritar como loca. Gritar, sin tener que decir algo necesariamente. Sólo gritar, expulsar los sentimientos que me roban la tranquilidad.

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Siempre he creído que el odio no hace más que envenenar el alma, gastar energía, fastidiar la existencia. Pero hace días me sorprendí a mi misma odiando. O mejor dicho, aceptando el odio. Cual escena de novela, no pude evitar decirle mientras lo veía a los ojos y con una voz endemoniada " te odio". La rabia que sentía en ese momento fué exagerada, clímax de años de estar "tolerando" su comportamiento. Obligada por lazos familares, costumbre, quizá hasta religión. ¿ Cómo es que podría decir que odio a alguien y al mismo tiempo ser feliz?

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Lo cierto es que desde que dije esas dos palabras, ha habido una lucha de sentimientos dentro de mi. Por un lado me siento como liberada, tranquila, como si hubiera cubierto una necesidad insatisfecha por años. ¿Realmente se puede sentir alivio aceptando que se odia a alguien? Por otro lado, la moralina. Dios es amor, el odio es lo contrario. Decir que creo en Dios y odiar es contradictorio. ¿Cómo resolver este dilema? Lo mejor que puedo aplicar en estos casos es la indiferencia. Es perdonar pero no por eso verme obligada a llevar una relación estrecha y armoniosa con la persona en cuestión. ¿ Es esto correcto? Afirmar lo anterior es ser hipócrita?

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Por lo pronto no me arrepiento de habérselo dicho aunque al hacerlo, se rompiera el frágil lazo de lo inquebrantable.

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Quiero sacar de mi alma este veneno!